sábado, 21 de junio de 2014

¿Estás en contra de la ciencia?

Hay en la actualidad (pero el fenómeno es muy antiguo) una gran cantidad de gente que está en contra de la ciencia, por diversas razones. A diferencia de las paraciencias, este movimiento es francamente hostil a la ciencia. Un estudio de la ciencia no puede dejar de tratar algunos aspectos de este fenómeno, al decir de Asimov, el de los “nuevos bárbaros” [1, p. 259].

Muchas personas (y a veces organizaciones enteras como ciertas sectas religiosas) muestran su descontento con el mundo moderno de la ciencia y la tecnología y abogan por una rápida retirada hacia el noble y feliz mundo preindustrial. Generalmente olvidan que la esperanza de vida en esa época era de 30 años, que periódicas hambrunas mataban gran parte de la población, y que la gente se moría de enfermedades que ahora se curan con unas pocas pastillas o inyecciones. Las mujeres morían a montones en el parto, y se sufría indeciblemente por cualquier operación simple, por falta de anestésicos. La sobrevivencia ante cualquier herida banal era sumamente incierta por las infecciones. Olvidan también que había agotadoras jornadas de trabajo mal pagado, y esclavitud, y sólo unos pocos podían acceder a las comodidades. Sin máquinas, habría que volver a tener esclavos. Muchos de los que añoran los buenos viejos tiempos, se ven a sí mismos como señores y príncipes, no como siervos o esclavos. Pero un simple cálculo le permitiría deducir que con toda probabilidad, si estuviera viviendo unos cientos de años atrás, estaría en la condición de explotado, y no en la de explotador, ya que los explotados eran la inmensa mayoría. Y no vale comparar a un obrero actual con un siervo o un esclavo preindustrial. Podrá estar mal, comparado con los estándares modernos de vida, pero está situado a años luz por encima del modo de vida de sus predecesores preindustriales. 

Se suele decir que en los felices tiempos preindustriales, florecían las artes y el intelecto. Esto es cierto sólo en parte. Las artes y el intelecto eran un lujo de unas pocas personas. Podrá tenerse cualquier opinión sobre el arte moderno, pero lo cierto es que está al alcance de todo el mundo gracias a la ciencia, y nunca antes hubo tanta gente que tenga a su alcance toda la obra del intelecto y el arte humano, gracias a la baratura de los libros, a la a televisión y a los medios de comunicación que inventó y perfeccionó la ciencia. 
Por supuesto, la ciencia ha traído consecuencias secundarias indeseables, como lo hace cualquier innovación. La rueda facilitó el transporte, y creó los accidentes callejeros. El fuego nos permitió calentarnos, iluminarnos y comer alimentos más saludables y sabrosos, y permitió que se produzcan incendios y se quemen a personas como brujas. El lenguaje facilitó la comunicación, y también el engaño y la calumnia. El avión hace mucho más cortos los viajes, y hace accesibles lugares alejados, pero también permite el bombardeo.  
Los antibióticos y otros medicamentos modernos han alargado la vida humana (y aumentado su calidad), pero facilitaron la explosión demográfica. 

En muchos casos, lo que sucede es un antagonismo entre la religión y la ciencia. Toynbee una vez dijo que “la razón por la cual la ciencia consigue responder a estas preguntas es que estas preguntas no son las más importantes. La ciencia no se ha ocupado de las preguntas fundamentales de la religión, o, si se ha ocupado de ellas, no ha encontrado respuestas genuinamente científicas”. 

Ante todo, ¿qué son las grandes preguntas? Obviamente, cosas como el propósito de nuestra existencia, o las características del alma, etc. Es decir, preguntas que no son científicas. ¿Por qué debería haber un propósito para nuestra existencia? ¿Qué pruebas hay de la existencia del alma, y cómo podrían estudiarse científicamente sus características? Una excelente respuesta fue dada por Asimov [1, p. 271] ¿”Qué es lo que quiere el profesor Toynbee? Gracias a los progresos de la ciencia hemos acabado con la esclavitud; hemos proporcionado más seguridad, salud y bienestar material a más gente de la que se podía soñar en los siglos anteriores a la ciencia; hemos puesto el arte y el ocio a disposición de cientos de millones de personas. Todo esto como resultado de responder a preguntas que `no son las más importantes’. Es posible que así sea, profesor, pero yo soy una persona humilde y esas preguntas sin importancia me parecen bastante buenas si esas son sus consecuencias. 

¿Y cómo ha respondido la religión a sus `preguntas fundamentales’? ¿Cuáles son sus respuestas? Cabría preguntarse si la mayoría de la humanidad es más moral, más virtuosa más honrada y bondadosa gracias a la existencia de la religión, o si el estado de la humanidad no será más bien, una prueba del fracaso de miles de años de mera charla sobre la bondad y la virtud. 

Cabría preguntarse si algún colectivo determinado de personas seguidoras de una determinada religión ha dado pruebas de ser más moral y virtuoso o más bondadoso que otros grupos de personas seguidoras de otras religiones o, si vamos a eso, que no sean seguidores de ninguna religión determinada, ya sea ahora o en el pasado. Nunca he oído hablar de indicios de ese tipo. Si el historial de logros de la ciencia no fuera mejor que el que puede presentar la religión, hace mucho que la ciencia habría desaparecido”. 

Lo cierto es que se puede estar o no de acuerdo con el camino que ha seguido la ciencia y la tecnología moderna, pero es el único posible. Cualquier problema de los que sufre el mundo actual, si tiene solución, sólo puede ser encontrada mediante la ciencia y la tecnología. Ningún otro método podrá hallarla. 

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