viernes, 27 de junio de 2014

Experimento: La religión de Superman.


Les propongo un experimento sociológico; un experimento, en si mismo, hipotético ya que se requeriría grandes cantidades de dinero para realizarlo, una enorme flexibilidad moral para llevarlo a cabo y tiempo, mucho mucho mucho tiempo para concluirlo. Por lo mismo, tan solo propongo que lo realicemos en el basto plano del intelecto; tan solo hacer un juego mental e imaginar el planteamiento, el desarrollo, y los resultados del experimento.

Así que iniciemos (obviando, como dije, que se requeriría una enorme cantidad de dinero, flexibilidad moral y tiempo).

Lo primero que debemos de hacer es conseguirnos un laboratorio de experimentación. Dicho laboratorio debe de ser un ambiente por completo natural y libre de intervenciones humanas más allá de lo requerido. Se propone un archipiélago rico en recursos naturales y fuera de cualquier tipo de ruta marítima o aérea que pudiera causar distracciones.

Se poblará el archipiélago con cerca de doscientas parejas de científicos que serán parte del experimento, haciendo el papel de padres de los “conejillos de indias”: cerca de trescientos niños recién nacidos.

Los infantes (a los que se les llamará “pobladores”) vivirán bajo la tutela de los “padres” postizos (que serán y se les llamará “científicos”). La vida dentro del archipiélago será muy tribal: no se utilizará tecnología avanzada, a lo sumo se permitirán herramientas básicas (martillos, cuchillos, etc) siempre y cuando hayan sido hechas con los recursos del archipiélago.

Los “científicos”, en su rol de padres, educarán a los “pobladores”. Sin embargo, tendrán prohibido hablarles de ciencia y los por qué de las cosas que hayan sido descubiertas antes del año cero de nuestra era. Es decir, los pobladores vivirán como la gente de aquellos tiempos.

Sin embargo, y el motivo de éste experimento, no se les dará referencias religiosas conocidas a los pobladores: no se les inculcará ni judaísmo, ni cristianismo, ni enseñanzas musulmanas, etc: ninguna religión establecida en el mundo actualmente. Tan solo se le hablará de un solo dios: “SUPERMAN”. (Se usa “SUPERMAN” como ejemplo didáctico. Sin embargo se puede usar cualquier personaje de ficción que no sea ninguno que ya haya sido usado en las religiones establecidas. Incluso se permite inventar el nombre y la historia del dios que se prefiera.)

A los pobladores se les hablará de “Superman” como el creador de todo el universo. Se les enseñarán cantos para alabarlo y se les inculcarán ritos no importa lo absurdos que sean (“No comerás guanábana el domingo, día de tu dios “Superman”; pues esa fruta es impura por su semejanza con la Kriptonita verde)

Se les dirá que Superman fue muerto por Doomsday y resucitó. Y que venció a la fusión de Lex Luthor (el humano más inteligente y astuto) con Braniac (La supercomputadora de Kriptón); y que, después de mucho luchar y decepcionarse con la humanidad por culpa de Luthor, se fue a descansar al sol desde donde los ve y a donde atraerá sus almas cuando mueran para vivir eternamente.

Se le hará ver que Superman era humilde, por eso se disfrazaba del torpe Clark Kent, y por eso ama a la gente que se inclina ante los demás. Así como odia la ciencia y la tecnología por lo que le hizo Braniac.

Y el mito de Superman puede crecer tanto como sea necesario. Podemos, incluso, hacer que cuelguen los escudos con la letra “S”.

Lo importante es que cuando un niño haga preguntas acerca de las incongruencia de la historia, pueden modificarla como sea para que encaje, ejemplo:

“ - ¿Cómo pudo Superman crear el universo, si es hijo de Jor-el y lo mandaron en una nave espacial a la tierra?
Bueno – responderán – Mira, eso viene en Action Comics #4 del evangelio de San Jerry Siegel, de la Edad de Oro. Sin embargo, en Superman #256 de San Alex Ross, dice que Superman viajó en el tiempo y él creó el universo y a Kriptón para poder nacer. Por lo que en realidad él se creó a sí mismo.
- Pero…
- Mira, la historia de Superman es incomprensible para nosotros. Tan solo es cuestión de fe; si no tienes fe, Superman te va a quemar con su visión de calor o se puede enojar tanto que puede soplar con fuerza y mandar un tsumami y matarnos a todos. ¿Quieres que pase eso?
- ¡No!
- Entonces deja de preguntar tonterías, que el superoido de Superman lo oye todo.”

Habrá sin embargo algunos más reacios a creer. Con esos se deben tomar medidas extremas y ejemplares: azotarlos en público, torturarlos o incluso matarlos. Se puede mencionar que aquellos que no creen han sido influenciados por Luthor-Braniac que “sigue vivo pero escondido y controla la mente de los que no creen o son débiles”

Con el paso del tiempo, los niños pobladores se volverán adultos creyentes en Superman. Se deberá de reforzar constantemente: cada vez que haya una catástrofe se hablará de la ira de Superman, cuando pase algo bueno se deberá de agradecerle, si les pasa algo malo “Superman sabrá por qué”; si mueres y no fuiste bueno, en vez de ir al sol con Superman, te jalará un hoyo negro.

Se detectará a los más fanáticos y se les dará la responsabilidad de continuar “impartiendo la palabra”. Se detectará también a los más escépticos y, a aquellos que se puedan corromper, se les dará poder a cambio de que dejen de preguntar y sigan convenciendo a la gente de que SÍ existe Superman haciéndoles ver que, si cae la imagen de Superman, caerán también sus privilegios. Sin embargo, a aquellos que no puedan corromperse, deberán ser eliminados para dar ejemplo.

Solo es necesario vigilarlos por dos o tres generaciones… después es solo cuestión de esperar. Después de que hayan pasado cientos de años es muy probable que ellos nos encuentren a nosotros; ya que habrá algunos pobladores, pasadas varias generaciones, que se atreverán a refutar el hecho de que los eclipses son trozos de Kriptonita que golpearon el sol; así como a cuestionar a las sagradas “DC comics”. En cientos de años, veremos que, de cualquier manera los pobladores tuvieron una evolución en su pensamiento científico; y que no “fuimos creados en el astrolaboratorio de Superman a través de su mística computadora holográfica para parecernos a él”… sin embargo, serán pocos los que nieguen su existencia.

Será entonces el momento en que los descendientes del experimento (los científicos que le dieron seguimiento) les mostraremos que en realidad “Superman” no existe. Que Superman solo era un cuento para entretener e inspirar a los niños. Y les mostraremos los comics, las películas, y toda evidencia que sea necesaria. Aunque nos sorprenderá ver lo mucho que se han alterado los comics originales.

Aquellos que hayan negado la existencia de Superman sonreirán satisfechos; algunos otros se sentirán desconcertados pero aceptarán las pruebas, aunque de vez en cuando, en la intimidad de su casa seguirán mirando al cielo y susurrando: “es un pájaro… es un “halcón”: ¡No, es Superman!”


Y habrá algunos, muchos en realidad, que a pesar de todo, jamás, jamás dejarán de creer en él; jamás comerán guanábana en domingo; e incluso llegarán a asesinar a todo aquél que esté en contra de Superman, el dios único y verdadero que habita en el sol.

Sería un experimento interesante.

Hay veces en que pienso que, en realidad, me encuentro en una isla.


sábado, 21 de junio de 2014

¿Estás en contra de la ciencia?

Hay en la actualidad (pero el fenómeno es muy antiguo) una gran cantidad de gente que está en contra de la ciencia, por diversas razones. A diferencia de las paraciencias, este movimiento es francamente hostil a la ciencia. Un estudio de la ciencia no puede dejar de tratar algunos aspectos de este fenómeno, al decir de Asimov, el de los “nuevos bárbaros” [1, p. 259].

Muchas personas (y a veces organizaciones enteras como ciertas sectas religiosas) muestran su descontento con el mundo moderno de la ciencia y la tecnología y abogan por una rápida retirada hacia el noble y feliz mundo preindustrial. Generalmente olvidan que la esperanza de vida en esa época era de 30 años, que periódicas hambrunas mataban gran parte de la población, y que la gente se moría de enfermedades que ahora se curan con unas pocas pastillas o inyecciones. Las mujeres morían a montones en el parto, y se sufría indeciblemente por cualquier operación simple, por falta de anestésicos. La sobrevivencia ante cualquier herida banal era sumamente incierta por las infecciones. Olvidan también que había agotadoras jornadas de trabajo mal pagado, y esclavitud, y sólo unos pocos podían acceder a las comodidades. Sin máquinas, habría que volver a tener esclavos. Muchos de los que añoran los buenos viejos tiempos, se ven a sí mismos como señores y príncipes, no como siervos o esclavos. Pero un simple cálculo le permitiría deducir que con toda probabilidad, si estuviera viviendo unos cientos de años atrás, estaría en la condición de explotado, y no en la de explotador, ya que los explotados eran la inmensa mayoría. Y no vale comparar a un obrero actual con un siervo o un esclavo preindustrial. Podrá estar mal, comparado con los estándares modernos de vida, pero está situado a años luz por encima del modo de vida de sus predecesores preindustriales. 

Se suele decir que en los felices tiempos preindustriales, florecían las artes y el intelecto. Esto es cierto sólo en parte. Las artes y el intelecto eran un lujo de unas pocas personas. Podrá tenerse cualquier opinión sobre el arte moderno, pero lo cierto es que está al alcance de todo el mundo gracias a la ciencia, y nunca antes hubo tanta gente que tenga a su alcance toda la obra del intelecto y el arte humano, gracias a la baratura de los libros, a la a televisión y a los medios de comunicación que inventó y perfeccionó la ciencia. 
Por supuesto, la ciencia ha traído consecuencias secundarias indeseables, como lo hace cualquier innovación. La rueda facilitó el transporte, y creó los accidentes callejeros. El fuego nos permitió calentarnos, iluminarnos y comer alimentos más saludables y sabrosos, y permitió que se produzcan incendios y se quemen a personas como brujas. El lenguaje facilitó la comunicación, y también el engaño y la calumnia. El avión hace mucho más cortos los viajes, y hace accesibles lugares alejados, pero también permite el bombardeo.  
Los antibióticos y otros medicamentos modernos han alargado la vida humana (y aumentado su calidad), pero facilitaron la explosión demográfica. 

En muchos casos, lo que sucede es un antagonismo entre la religión y la ciencia. Toynbee una vez dijo que “la razón por la cual la ciencia consigue responder a estas preguntas es que estas preguntas no son las más importantes. La ciencia no se ha ocupado de las preguntas fundamentales de la religión, o, si se ha ocupado de ellas, no ha encontrado respuestas genuinamente científicas”. 

Ante todo, ¿qué son las grandes preguntas? Obviamente, cosas como el propósito de nuestra existencia, o las características del alma, etc. Es decir, preguntas que no son científicas. ¿Por qué debería haber un propósito para nuestra existencia? ¿Qué pruebas hay de la existencia del alma, y cómo podrían estudiarse científicamente sus características? Una excelente respuesta fue dada por Asimov [1, p. 271] ¿”Qué es lo que quiere el profesor Toynbee? Gracias a los progresos de la ciencia hemos acabado con la esclavitud; hemos proporcionado más seguridad, salud y bienestar material a más gente de la que se podía soñar en los siglos anteriores a la ciencia; hemos puesto el arte y el ocio a disposición de cientos de millones de personas. Todo esto como resultado de responder a preguntas que `no son las más importantes’. Es posible que así sea, profesor, pero yo soy una persona humilde y esas preguntas sin importancia me parecen bastante buenas si esas son sus consecuencias. 

¿Y cómo ha respondido la religión a sus `preguntas fundamentales’? ¿Cuáles son sus respuestas? Cabría preguntarse si la mayoría de la humanidad es más moral, más virtuosa más honrada y bondadosa gracias a la existencia de la religión, o si el estado de la humanidad no será más bien, una prueba del fracaso de miles de años de mera charla sobre la bondad y la virtud. 

Cabría preguntarse si algún colectivo determinado de personas seguidoras de una determinada religión ha dado pruebas de ser más moral y virtuoso o más bondadoso que otros grupos de personas seguidoras de otras religiones o, si vamos a eso, que no sean seguidores de ninguna religión determinada, ya sea ahora o en el pasado. Nunca he oído hablar de indicios de ese tipo. Si el historial de logros de la ciencia no fuera mejor que el que puede presentar la religión, hace mucho que la ciencia habría desaparecido”. 

Lo cierto es que se puede estar o no de acuerdo con el camino que ha seguido la ciencia y la tecnología moderna, pero es el único posible. Cualquier problema de los que sufre el mundo actual, si tiene solución, sólo puede ser encontrada mediante la ciencia y la tecnología. Ningún otro método podrá hallarla. 

martes, 17 de junio de 2014

¡Abajo los exámenes! Mario Bunge.

Este artículo ya tiene sus años, me parece que fue publicado cerca del 2006, pero el mensaje es para todo tipo de época y, el leerlo, me hace pensar sobre nuevas y mejores formas para aprender.
Si no lo has leído, aprovecha y, compartelo con los docentes que conozcas, nos hace mucha falta.


Por Mario Bunge.

¿Para qué estudian casi todos los estudiantes? ¿Para aprender? No. Estudian para pasar exámenes. Y una vez que los han pasado hacen lo posible por olvidar lo antes posible lo que han aprendido.

Al fin y al cabo, estudian por obligación, no por vocación. ¿Y a quién le interesa recordar información ajena a sus intereses y que no ha requerido más esfuerzo que el de memorizar, acaso sin entender, y seguramente sin profundizar?
Pues de memorizar se trata en los exámenes corrientes. Esta práctica proviene de la escuela autoritaria, en particular religiosa, donde el saber estaba encerrado en textos canónicos que había que leer y recordar.

(Es verdad que en las grandes universidades medievales, tales como las de Bolonia, Padua, Oxford o París, se estimulaba la discusión. Pero toda discusión debía versar sobre asuntos conocidos y debía ceñirse a las Sagradas Escrituras. La meta de la discusión era afinar los argumentos en favor de la doctrina oficial. Se practicaba la razón pero se la sometía a la fe. La de los escolásticos era una razón enjaulada).

Fábricas de diplomas
Hay especialistas en pasar exámenes y otros en enseñar a pasar exámenes. Ni unos ni otros llegan a destacarse en las disciplinas que aprenden o enseñan, porque nada se aprende bien si no se pone curiosidad, chispa y pasión.

No en vano la corteza cerebral, órgano del conocimiento, está conectada con el órgano límbico, órgano de la emoción, así como con el sistema endocrino, que fabrica algunos de los neurotransmisores. El régimen escolar estándar es ridículo. Hace que las escuelas no sean centros de aprendizaje sino fábricas de diplomas. Los profesores suministran sin ganas píldoras que apenas alimentan. Los alumnos las tragan sin dejarles rastros perdurables.
Experiencias que deberían ser estimulantes, las de preguntar y redescubrir, se han convertido en una rutina. Un recuerdo que debería ser placentero suele ser penoso.

El remedio está a la vista: si el mal radica en los exámenes, se los elimina. Yo no he tomado exámenes desde que me expatrié en 1963, pese a que no he dejado de enseñar desde entonces. ¿Cómo me las he arreglado? Quien siga leyendo lo sabrá.

Cuando enseñaba física en Argentina y en los Estados Unidos, hacía resolver problemas en el pizarrón. El examen final era a libro abierto. O sea, los estudiantes resolvían problemas con ayuda de todos los libros que quisieran. De este modo, quien había estudiado durante el año (o cuatrimestre) pasaba con seguridad.

Cuando enseñé filosofía en Buenos Aires tomaba microexámenes semanales. Estos consistían en contestar por escrito, a domicilio, un puñado de preguntas. Cada respuesta debía caber en una tarjeta de fichero, de unos 13 centímetros de ancho por 20 de largo. Toda pregunta se discutía en clase con anterioridad, de modo que los estudiantes ya tenían alguna idea acerca de lo que se esperaba de ellos.

O sea, la clase magistral se había convertido en seminario. Y, como es sabido, un seminario laico es un lugar donde los participantes siembran y cosechan ideas. En cuanto al examen oral final, era una farsa: el alumno hacía una exposición sobre un tema convenido de antemano. Lo que le quedaba del curso era lo que había escrito en las tarjetas, para lo cual había buscado información y pensado.
Mis clases de filosofía en Canadá son seminarios que versan sobre problemas tratados en algunos libros y artículos, así como sobre problemas nuevos que plantean los estudiantes o que acabo de leer en publicaciones recientes.

Para aprobar el curso, los estudiantes tienen que hacer una exposición oral y redactar una monografía sobre un tema diferente del de la exposición. Cuando hay opiniones encontradas y un número suficiente de interesados, la exposición oral se convierte en un debate entre dos equipos. Por ejemplo, uno de los equipos defiende la tesis de que la ciencia y la religión son compatibles, o que hay verdades universales, y el otro defiende la tesis contraria. Al final intervienen los demás estudiantes. Estos debates son siempre vivaces y concurridos. Enseñan el arte civilizado de discutir racional y ordenadamente.

En cuanto a la monografía, se trata de un trabajo, de unas 20 páginas dactilografiadas, sobre un tema propuesto por el estudiante o sugerido por mí. Por ejemplo: examinar las semejanzas y diferencias entre la ingeniería y la física, o entre la medicina y la biología; analizar el concepto de verdad de hecho, por oposición al de verdad matemática; analizar los méritos y las fallas del deontologismo y del utilitarismo; averiguar si las ciencias presuponen la tesis de la realidad del mundo exterior; determinar si la sociobiología humana es científica; analizar el soporte empírico de la teoría de juegos; estudiar el problema de las leyes en ciencias sociales.

Sobre cualquiera de estos y muchos otros problemas se pueden escribir 20 páginas o 200. De hecho, al cabo de un año un estudiante me presentó todo un libro que envié a una editorial norteamericana, la que lo publicó. Se trata de What Is Wrong with Jung , de Don McGowan (Buffalo, Prometheus Books).

Provocar el aprendizaje
Sea cual fuere el método de evaluación que se elija, debería provocar aprendizaje y permitir al instructor estimar la habilidad con que los estudiantes aprenden, en lugar de limitarse a poner a prueba la memoria y el grado de sumisión. Las pruebas de competencia no deberían ser sesiones de tortura sino oportunidades para informarse, pensar y lucirse.

En conclusión, ¡abajo los exámenes!

lunes, 16 de junio de 2014

Iglesia criminógena.


Hace aproximadamente 2 semanas, encontré un artículo en el cual, el Papa de la iglesia católica propone un clase de sistema en el cual lleve al delincuente a su total reinserción (mediante diversos métodos, regresar a la persona que ha cometido un acto antisocial o que esté penado, a la sociedad, donde se pueda desarrollar de una forma completa, sana, socia y en beneficio de todos. Pero, principalmente, que no reincida o, cometa crímenes nuevamente).
Mientras realizaba la lectura del artículo, me asaltaron muchas dudas respecto a la posición de la iglesia a hacer este tipo de peticiones y sugerencias, y también, las contradicciones que en estas surgen en línea con lo que mencionaban, esto, dado mis estudios en criminología donde, desde hace años se ha tomado a análisis las perspectivas que maneja el Papa (el cual trata de presentarlo como innovador), pero eso es harina de otro costal que será tratado en otra entrada.
Les recomiendo que realicen la lectura de este artículo y se generen sus propias impresiones, ideas u opiniones, pueden hacer clic aquí para ir directo a la noticia.
A partir de ese momento decidí consultar la opinión de personas con más experiencia en esta área, ya que yo solo me considero un amateur y pude leer una respuesta particularmente interesante, dónde se critica este sospecho actuar. Dado que, posiblemente leyeron el artículo, les comparto esta respuesta bastante peculiar y muy acertada.


Iglesia criminógena.



Por: Mario Alberto Vázquez Montano. 

Sociedad Mexicana Forense Semefodesc.


La iglesia es una institución que no puede hablar de estos temas más que diciendo disparates e ideales inalcanzables; la menos autorizada pues es, ha sido y será un ENTE CRIMINÓGENO (productor de criminalidad), al igual que su par y cómplice, el Estado. Sólo señalaré un aspecto de lo que antes afirmo: el valor de la vida humana ha descendido a pasos agigantados hasta hacerse comparable al valor de las cosas, incluso hay cosas que vales más que la vida humana –piénsese en el valor de los diamantes y la miserabilísimas vidas de los mineros que buscan esta cosa– y ha tomado tal valor la vida humana por una razón: el mundo está superpoblado y en occidente, la iglesia católica y todas sus ramas descendientes opuestas, promueven dicha superabundancia de personas bajo ideas tan irracionales como "Id y henchid la tierra, creced y multiplicaos, aceptad todos los hijos que Dios te manda" y absurdos de esta naturaleza (observen la postura irracional de la iglesia contra el aborto).
A la iglesia y al estado (así con minúsculas) les interesa la superpoblación pues de esta manera perpetúa su poder. A la explosión demográfica sigue la abundancia, lógicamente, de la vida criminal tal como la estamos viendo de una manera desorbitada. La iglesia tiene las manos y la cara muy sucias y es también provocadora de vida criminal. Recuérdese tan sólo la cantidad de pederastas que tienen, promueven y mantienen y las miles de cientos de miles de vidas distorsionadas y arruinadas por tales delitos –y los pederastas y rodos los delincuentes sexuales son irrehabilitables-. Que el santocho que la dirige, antes de abrir su execrable boca medite que para ser creíble dicha institución, debiese comenzar por revisarse a sí misma y cambiar sus objetivos sociales, que nunca podrán realizar, pues están sustentados en dogmas y dogma es total irracionalidad.




Por otra parte, también tenemos otra opinión igual de buena, de parte de un buen colega:


Detective dice:




Por una parte, creo en la justicia restaurativa, donde el delincuente (en muchos casos), puede tener reinserción. En cambio, no todos los delincuentes tienen dicha "posibilidad" por la índole de sus delitos, por ejemplo: pederastia, violación y otros similares.
Eso por una parte, pues la iglesia le iría muy bien "reinsertar" a estos sujetos a su criterio y molde conceptual.
Por otra parte, se conoce la peligrosidad de aquellos países donde han dejado la política y el derecho en manos de, tanto militares (autocracias), o religiones. Cosa poco aconsejable; sin duda, cuando uno de estos dos roles asume el control social, puedes esperar (y pasará), cualquier disparate de características colosales, y luego señalará un cabeza de turco para lavarse las manos (la historia lo corrobora).
Si la iglesia está de acuerdo con la justicia restaurativa, debería apoyar a los países que la aplican (son pocos, pero los hay), y apoyar su uso, en lugar de apropiárselo. Pues un sacerdote no es juez, ni un psicólogo, ni mucho menos un forense, ni por supuesto un reinsertador social. Todos y cada uno de ellos (y alguno más), aptos para la justicia restaurativa.
Aun siendo un planteamiento, es probable que más adelante implanten algún modelo, y afirmen que funcione. DESCONFÍEN incluso los países que aplican este modelo jurídico, y teniendo unos resultados decentes, no afirman que sea una panacea, cuando cada caso en particular puede llevar años, y decenas de especialistas de disciplinas dispares.
La institución religiosa está sufriendo un duro revés. Cosa que en parte me agrada, porque considero inútil y tóxico cualquier creencia que te vuelva ignorante, y en eso es lo que se especializó la iglesia católica desde hace muchos siglos. El hecho que hayan generaciones que hayan estudiado, tengan más educación y principio, e incluso las redes sociales nos permiten ampliar documentación, investigación y trato con todo el mundo, sin duda ha influido al declive de lo que considero la mayor secta de la historia. De los musulmanes, judíos y otros ya hablare, son arena e otro costal, pero todo se reduce a que estos últimos años no ha sufrido su revés por su falta de progreso en área concretas, y por carácter conservador y céntrico a su "raza" (ya caerán, hasta la montaña de Mahoma se hace polvo con el paso del tiempo).




¿Algún comentario al respecto?

Hemos comprendido que esta institución no se encuentra en condiciones para realizar este tipo de suposiciones, esto, por su misma naturaleza criminógena, por los mismos principios que esta promueve y que, sin necesidad de recalcar, son inadecuados. Intentan proponer sistemas que han sido propuesto desde hace años, y de una manera como si esto fuera original de ellos mismo pero no se atreven a observarse a ellos mismo y lo que ha provocado en la sociedad: una manera irracional para observar la vida.

Hasta pronto.

domingo, 15 de junio de 2014

Los hábitos saludables que posiblemente te perjudicarían.

Un poco de información saludable siempre nos hace bien...

Una dieta 100% libre de grasa y pasarse el día tomando agua podría tener como resultado todo lo contrario que se espera: tener una buena salud y cuidar el organismo.
Así lo aseguró un artículo del The Huffington Post, donde no solo desmitificaron algunoshábitos que se pensaban como buenos, sino que aseguraron que en algunos casos, no sirven de nada.
Algunos de ellos son:
-Tomar y tomar agua: Según la publicación, y citando al libro Comer y correr, beber más de dos litros al día podría causar hiponatremia -tener una cantidad de sodio más baja de la necesaria en la sangre-, además de verse alterado el correcto funcionamiento de riñones, así como la composición de la sangre, entre otros.
Además, beber agua en exceso es ya considerado un trastorno.
-Correr todos los días: Cada día se hace más común ver personas muy temprano, o ya entrada la noche, poniéndose en forma, corriendo por las calles. Pero cuidado si se tiene la costumbre de hacerlo todos los días.
Según declaró al The Huffington Post el fisioterapeuta español Daniel Martínez, hacerlo impide que las rodillas, tobillos y cadera se recuperen de la carga que significó el ejercicio, por lo que podrían ir desgastándose y degenerándose progresivamente.
-Reemplazar la cena por fruta: Citando a Vanesa León, miembro de la Asociación de Dietistas-Nutricionistas de Madrid, la "fructosa" -hidratos de carbono de las frutas que se absorben más lentamente que los carbohidratos simples-, igualmente se transforma en glucosa, la que luego debiera ser utilizada por el cuerpo como energía, sin embargo, al comerse a la hora de la cena, es poco probable que el cuerpo queme muchas calorías, así que su consumo reiterado y en exceso -grandes tazones de fruta- a la larga provocarían acumular grasa en el tejido adiposo.
-Usar cotonetes: Usar el clásico bastoncito con la punta de algodón para limpiar los oídos, podría resultar en una peligrosa maniobra que podría llegar a "lesionar el tímpano". Además, lo que se hace es empujar hacia adentro el cerumen que, de forma natural, el propio oído tiende a expulsar.
-Lavarse todos los días con jabón: Ojo, que respecto a este punto, se refieren a aquellos jabones que no son pH neutros y por ende, podrían dañar la piel, provocando dermatitis o alergias.
Pero no solo eso. Según la nota, lo recomendable sería usar jabón solo tres días a la semana en todo el cuerpo, mientras que el resto de los días, enjabonarse solo en las partes en las que más se transpira.
-Ingerir complementos vitamínicos: Este hábito sería útil solo para personas que no se alimentan bien o están pasando por épocas de estrés. Para aquellas que comen de forma saludable, con una dieta equilibrada, basta obtener los minerales y vitaminas de sus alimentos diarios.
-Usar gel, lavarse todos los días el pelo, teñírselo: Tal como lo comentó el dermatólogo español Ramón Grimalt al sitio de noticias, el uso de gel, tintura y aseo diario del pelo no le hace ni bien ni mal al cabello, ya que no afecta la raíz de éste.
-No comer gluten: A menos que se sea celíaco, privar al organismo de gluten podría incluso "dañar el intestino". Tampoco sirve no comer gluten para adelgazar, ya que aquellos alimentos que no lo tienen, suelen sustituir este elemento con azúcar y grasa.
-Sauna y Bikram yoga: Utilizar altas temperaturas, creyendo que se baja más rápidamente de peso, podría llegar a ser nocivo para la salud. En el caso del sauna, la eliminación de toxinas por medio de la transpiración no es sinónimo de pérdida de grasa y por lo mismo, no sirve tampoco enrollarse en una bolsa de plástico cuando, por ejemplo, se sale a correr.
En cuando a hacer deporte en ambientes con temperaturas altas, implicaría un esfuerzo mayor para el cuerpo, que ya debe preocuparse de entregarle energía a los músculos y, además, en estos casos, de "controlar el aumento de la temperatura interna". Que un aficionado realice ejercicios en un lugar muy caluroso podría provocarle "sícope por calor, agotamiento por calor e incluso golpe de calor", que podría significar una emergencia médica con riesgo vital, señaló al medio el secretario general de la Federación española de Medicina del Deporte, Luis Franco.

Fuente: El universal - Ciencia.

sábado, 14 de junio de 2014

El fútbol.

Por: Pepe Ruiz.
Original en Incursiones.

Resulta muy fácil criticar, desde una postura elitista e intelectualista, los fenómenos de masas como fenómenos de alienación y embrutecimiento colectivo. Lo que no se puede esperar en modo alguno es que las masas, tras su monótona y gris semana laboral, se encierren en las bibliotecas a leer atentamente la Crítica de la Razón Purade Kant, los Diálogos de Platón o elUlises de Joyce o que deleiten su espíritu en la sala de conciertos mientras escuchan la Incompleta de Schubert o laSinfonía Heroica de Beethoven. Como vengo afirmando reiteradamente, toda estructura represiva precisa de una transgresión a su justa medida.


La transgresión regulada tiene muchos nombres: evasión de la realidad, entretenimiento, ocio, diversión o espectáculo. La transgresión en cierto modo nos ayuda a vivir.  El hecho de que el Capital haya convertido o integrado la transgresión como negocio y fuente de pingües beneficios no invalida el hecho sustancial de que los grandes espectáculos de masas, y en particular los deportivos, sean parte esencial de la existencia humana. Incluso el hecho mismo de que el fútbol, como transgresión identitarizadora, intervenga como un agente activo en la construcción e intensificación del sentido identitario de pertenencia a la nación, no nos puede hacer pensar que su ausencia fuera a remediar esta situación: son muchas las bazas y los repuestos que tiene el nacionalismo a su alcance. Aparte de las funciones especificadas, el fútbol, como cualquier otro espectáculo deportivo de evasión,  ha desempeñado un papel crucial como nexo bio-social, como punto de intersección imaginario entre nuestra animalidad y nuestra culturalidad o, simplemente, como forma de transgresión-regresión a nuestros componentes instintivos más primarios. Tampoco tiene porqué ser criticable la tendencia a la regresión a la animalidad. Es, más bien, inevitable: cuanto más intensas sean las tentativas civilizatorias de una sociedad, con tanta más fuerza surgirán esas tendencias regresivas-transgresoras.

Unos grupos de humanos se enfrentan a otros. Ambos se encuentran  desprovistos de artilugios y otros artefactos técnicos que no sean unas botas y un balón de reglamento. Se prohíbe el uso de las manos, de esos órganos prensiles que tan necesarios nos son en la vida cotidiana y que tan decisivo papel desempeñaron en nuestro proceso de hominización. Es como si se penalizaran las facultades orgánicas que en su momento conectaron a homo sapiens con la cultura. Cada equipo cuenta exclusivamente con dos órganos prensiles, los del respectivo guardameta. Solo se juega con las piernas y con los pies, se activan los músculos de la marcha, la carrera, el salto. Solo vale la patada y el cabezazo, la persecución de un objeto  al que no se le puede retener ni tocar, solo golpear con el pie. Pese a que las distintas  trayectorias seguidas por el balón obedecen a las patadas y cabezazos de los jugadores, este se comporta casi como un objeto de la naturaleza que, sujeto a dos sistemas de trayectoria opuestos, adquiere su propia autonomía como un ser vivo difícil de dominar y darle caza.
  
Representación Improvisada e Improvisación Representada


La Representación Convencional (Sin Improvisación): Lo que caracteriza a la música y al teatro es su cualidad de representaciones creadas y producidas con anterioridad a su puesta en escena, a su conversión en espectáculo. Los actores y los intérpretes han de limitarse a conocer el papel, el texto y la partitura. El autor-creador ya no está en la escena, incluso puede haber muerto hace mucho tiempo. Los intérpretes se limitan a reproducir la obra fielmente. de ellos solo puede esperarse su capacidad de reproducción técnica y su expresividad artística aunque nunca saliéndose de los marcos y formas que dirigen la estructura general de la obra. Los actores se meten en el papel, los intérpretes se ajustan a los compases de la partitura. El margen de improvisación permitido en este caso es mínimo, el que pueda resultar de la voluntad del creador o del especial virtuosismo del intérprete. La música, sin embargo, puede fabricarse sin creador, en el sentido de que el intérprete puede hacer las veces de intérprete y creador al mismo tiempo. La música instrumental oriental no obedece al mismo esquema que la de occidente. el intérprete puede improvisar durante horas sobre la base de unos acordes y unos compases. existe un género, como el Jazz, basado enteramente en la improvisación

La Representación Improvisada Vemos que el teatro en todo caso lo que hace es imitar a la vida, reproduciendo aspectos de la vida congelados. La Antígona de Sófocles se ha reproducido cientos de miles de veces y se reproducirá otros tantos cientos de miles sin que se llegue a variar ni una sola coma del argumento. Jamás veremos dos competiciones de baloncesto, boxeo o golf idénticas. La especificidad del deporte, de la competición deportiva, en calidad de juego-espectáculo, radica en la puesta en escena de un género de representación que incorpora a un mismo tiempo la aleatoriedad o incertidumbre y la creación escénica con base a unas reglas. La primera regla la establece el marco general bajo el que se desenvuelve, el escenario propiamente dicho. El tipo de competición deportiva que enfrenta dos rivales en el campo, pista, ring, etc se nos presenta como una síntesis dialéctica cuya unidad es la resultante del diferente juego de los adversarios, de la conjunción de estrategias dispares, de sus acciones y de sus correlativas reacciones, de los sistemas de defensa y de los de ataque correspondientes. La competición deportiva es todo un campo de prueba de habilidad, de  táctica y de estrategia. Pone en juego los reflejos y  la capacidad de respuesta, el ingenio y la capacidad de improvisación, del engaño así como de la capacidad de o dejarse engañar, de la resistencia y de la maniobra de desgaste. Se trata de toda una puesta en escena de la práctica intelectual y material humana, de su juego por la supervivencia, de las inexorables leyes del azar y de la necesidad, de las reglas que impone la vida, de la técnica como medio de sortear el azar y la incertidumbre, de una técnica que nunca impone la primacía porque a lo que ha de enfrentarse es a otra técnica que puede ser desconocida para el adversario, explotar el factor sorpresa, jugar al despiste, al agotamiento del contrario... todo está en el juego. Lógicamente todos estos elementos lo convierten en un impulsor y propagador de primer orden de pasiones y emociones humanas.

 La representación improvisada ocupa su lugar como espacio limitado de transgresión de una sociedad civil que, definida y constituida en un principio como participativa, ha acabado amputando de sí misma las formas y mecanismos de participación alienándolos bajo las estructuras de la representación, que ha sectorializado la actividad económica y el conjunto de la vida cotidiana en compartimentos estancos, donde la vida está organizada y planificada hasta el mínimo detalle sin que se permita la más mínima improvisación.

Indudablemente, se ha producido un trasvase de pasiones gregarias, asociativas e identitarias, de la mano de la efectiva despolitización del mundo de la política. La política altamente burocratizada y tecnocratizada del mundo occidental ha lanzado en tropel a los ciudadanos a depositar esas antiguas pasiones

El Fútbol como placebo universal de la política

Por eso son necesarios los sucedáneos, motivos que tengan entretenida a la ciudadanía, temas a los que puedan acceder, que les permitan hablar y comunicarse entre sí partiendo de un mínimo de conocimiento de causa y que a su vez suscite pasiones partidistas ... ¿qué mejor que el fútbol?  El fútbol es sin duda un sucedáneo especial, se sirve con una regularidad asombrosa, cuenta con todos los ingredientes de la política: líderes, seguidores, escudos, banderas e himnos. Los periodistas a diario acosan y recaban las interesantes declaraciones de un entrenador de fútbol  con el mismo interés y la misma consideración que le pudiera corresponder a un Primer Ministro.  Además, y esto es lo más importante, imprime un fuerte sentido de Identidad y de pertenencia al grupo (de hecho, los políticos nacionalistas son conscientes del papel que desempeña el fútbol en la formación de la Identidad nacional y en esa medida fomentan dicho deporte.  No es, ni mucho menos, casual, que en el trasfondo de la rivalidad Real Madrid C.F. - F.C. Barcelona descanse la tensión entre el nacionalismo españolista y los nacionalismos periféricos).  

La participación del seguidor entusiasta, al igual que sucede en la alta política, resulta irrelevante en la medida en que el resultado final, hagan lo que hagan, digan lo que digan y piensen lo que piensen aparece como inmutable e independiente de sus deseos. No pueden votar ni decidir el resultado. Quizá eso sea lo que transmita más emoción y entusiasmo, la incertidumbre del resultado final. La victoria solo está en manos de los dioses: un equipo puede jugar bien y perder y otro puede jugar mal y ganar, además de que las victorias no dependen de uno solo sino también del contrincante, de la intersección de ambos, si no del eterno culpable, el árbitro. 

También, al igual que en la política, se transmite la alegría por el triunfo y el pesar por la derrota, la decepción y el desencanto. El fútbol es reino de la indeterminación y de la incertidumbre, del azar y de la necesidad, nadie está predestinado a ganar ni a perder, los equipos mejor dotados y equipados técnicamente, mejor coordinados y sincronizados no tienen en sus manos todas las bazas del triunfo. La improvisación juega también así como la estrategia del despiste del bando contrario. El fútbol es estrategia militar concentrada en el césped. Juegan también los factores naturales, el tiempo y el clima. Los ejércitos regulares muy bien saben que poco o muy poco pueden hacer contra las anárquicas guerrillas, conocedoras del terreno, invisibles la mayoría de las veces y con muchas posibilidades de tender una emboscada mortífera. La estrategia futbolística, al igual que la estrategia militar, es síntesis entre planificación e improvisación, una síntesis donde difícilmente puede adivinarse donde llega lo planificado y donde empieza lo improvisado

El sentido de la cúspide, el del momento decisivo y decisorio, que en política se produce de tarde en tarde, solo con ocasión de las convocatorias y escrutinios electorales, en el fútbol es contínuo, se reproduce de encuentro deportivo en encuentro deportivo, que suele ser semanal, incluso diario. Pero no deja de ser un sucedáneo, un placebo que a la par que incorpora las formas y rituales propios del mundo de la política, su resultado es irrelevante para los intereses del seguidor. Y ese es, a su vez, su gran peligro. Su radical visceralidad. Como sucede con los nacionalismos no hay vasos comunicantes ni trasvase de seguidores de los clubes. El sentido de pertenencia al grupo es de otro orden distinto al racional, es de orden tribal.

El Fútbol como campo de observación en etología

He de reconocer que nunca me ha interesado el fútbol en sí mismo.  Cuando retransmiten un partido no es en el césped en lo que me fijo, sino en lo que hay alrededor, los espectadores. Contemplar a la hinchada en acción es todo un espectáculo, toda una puesta en acción del lenguaje gestual; muecas de todo tipo, gesticulaciones hiperbólicas, saltos de alegría, gestos de indignación, abrazos de regocijo, suspiros de alivio, vellos erizados, dientes castañeteantes, rostros en tensión fruncidos ... toda la gama de sentimientos que nos liga a nuestra animalidad mamífera: amor, odio, alegría, tristeza, entusiasmo, indignación, placer, regocijo, rabia,  es como si el simio que llevamos dentro  saliera de nosotros para manifestarse con entera libertad.  Esa faceta de nuestra realidad, reprimida por la cultura y que se manifiesta dosificadamente en nuestra vida cotidiana, explota y se multiplica en el contacto directo con el grupo. El colectivo en estos casos puede desempeñar el mismo papel que las sustancias excitantes y alucinógenas, en calidad de protector social del éxtasis y de agente multiplicador de emociones. Las facultades de razonamiento y discernimiento retroceden en la misma medida en que el componente anímico no-racional va ocupando el puesto vacante. Las personalidades individuales se entretejen y cuasi-disuelven en el órgano colectivo hasta el punto de estructurar un sistema de gritos y movimientos acompasados grupales. La emoción vivida pone a todos de pié al unísono y los hace levantar los brazos al compás sin que una orden de fuera lo imponga. Se crea un sentimiento de grupo, colectivo.

Los niños también mienten.

¿Pensáis que es cierto eso que dice que los niños no mienten? Es falso, los niños aprenden a mentir, y muy rápido. De hecho muchos papás piensan ¿Mi hijo, mentir? ¡No digas estupideces! Y cuando un padre dice eso pueden ocurrir dos cosas: Que se decepcione, o que niegue la realidad.

Todos los niños mienten (por lo menos los no autistas) y siempre es por las mismas razones.

Los niños de 3 a 5 años mienten... pero no son plenamente conscientes de sus mentiras, pues son resultado de sus fantasías y mecanismos simples de adaptación. (A excepción que se habitúen a la mentira para conseguir lo que quieren)

Cuando crecen un poco más aprenden a mejorar sus mentiras para evitar castigos de los padres (y vaya si los mejoran... no soy padre pero he visto cientos de veces esto).

A partir de aquí, los niños mienten de forma consciente y activa. Ahí los padres deben anticiparse a ¿Cuántas veces miente y por qué miente? Sería difícil hacer algo si no se tiene en cuenta el Cuanto y el por qué. Ya que los especialistas pueden localizar el problemas, pero son los padres quienes conviven con el niño. O sea, cuando se entrega un niño a un especialista no de lo devuelven curado; los padres forman parte activa en la cura que puede durar meses o años.


¿Qué hacer cuando miente un niño?

-Da ejemplo: es completamente ilógico pedir a nuestros hijos que no mientan cuando nosotros normalmente lo hacemos.
-Dale confianza a tu hijo: dale a tu hijo la seguridad de que puede contarte cualquier cosa con plena tranquilidad y sin miedo.
-Explica a tu hijo la diferencia entre la verdad y la mentira: esto es fundamental especialmente en edades tempranas.
-Felicita a tu hijo cuando diga la verdad: especialmente si esta acarrea el riesgo de ser castigado, aprende a separar los comportamientos erróneos, siempre aclarando a tu hijo que le amas por lo que es y no por su conducta.
-No reacciones desproporcionadamente ante la mentira.


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Gracias a Detective.